Tekax, Yucatán. El cuerpo de Joel Lizandro López Colli, de apenas 15 años, llegó a su natal Tekax poco después de la medianoche. Lo recibieron entre lágrimas, veladoras y rabia contenida. La promesa de un trabajo honrado en Tulum terminó convertida en una tragedia: el joven fue asesinado dentro del restaurante Rosa Negra, uno de los sitios más exclusivos del destino, hoy señalado por ser parte del circuito donde la venta de drogas se ha vuelto una práctica normalizada.
Joel había salido de Tekax con la esperanza de trabajar como ayudante de albañil y enviar dinero a su familia. En cambio, fue reclutado con engaños por redes criminales que operan en el corazón de la zona turística de Quintana Roo, donde el lujo y la impunidad conviven a plena luz del día.
Un velorio entre el dolor y la indignación
En su humilde vivienda, una multitud de familiares, amigos y vecinos aguardó su regreso. Afuera, las flores se mezclaban con los rezos y los murmullos de enojo. “Se fue para ayudar a su mamá, y lo regresan muerto”, lamentó una vecina. El dolor colectivo se transformó en rabia al saberse los detalles: Joel fue ejecutado en Rosa Negra, un restaurante conocido por sus altos precios y su clientela internacional, pero también por lo que muchos locales llaman “la cara elegante del narcomenudeo en Tulum”.
Fuentes cercanas a las investigaciones aseguran que el ataque armado en el que Joel perdió la vida está vinculado con la venta y distribución de drogas dentro del establecimiento. En Tulum —afirman— esta práctica se ha vuelto tan cotidiana como la música, amparada bajo la complicidad de empresarios, funcionarios y cuerpos policiacos que permiten, e incluso protegen, estas operaciones.
Un crimen que exhibe la podredumbre institucional
La historia de Joel desnuda un problema que Tulum ya no puede ocultar: el turismo de élite convive con una estructura criminal que opera impune. Lo que alguna vez fue un paraíso natural se ha convertido en un escenario donde las ejecuciones, las extorsiones y el reclutamiento de menores forman parte del día a día.
El asesinato del joven yucateco pone en evidencia la incapacidad de un gobierno local que coloca a funcionarios por compromiso político, no por competencia. La corrupción en los cuerpos policiacos y la falta de control sobre los negocios del entretenimiento han permitido que los restaurantes se conviertan en puntos de venta de droga disfrazados de lujo.
Un adiós con sed de justicia
El cortejo fúnebre acompañará a Joel hasta el panteón municipal. Tekax lo despide entre llanto, rabia y oraciones. Su ataúd blanco es símbolo de la inocencia arrebatada, pero también del fracaso de un Estado que no supo protegerlo.
Joel ya descansa, pero su muerte deja una huella imborrable: la de un país donde la impunidad manda, donde el crimen se viste de glamour y donde los niños del sur siguen pagando con su vida la descomposición moral y política de quienes gobiernan.
En Tekax, el dolor se convirtió en un grito que resuena más allá de las calles: justicia para Joel y para todos los jóvenes que, como él, soñaron con una oportunidad y encontraron la muerte en un paraíso convertido en infierno.




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