La alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, desató una fuerte polémica tras aparecer en redes sociales luciendo un collar de lujo valuado en alrededor de 227 mil pesos, una pieza exclusiva de la firma francesa Van Cleef & Arpels, símbolo de distinción y alto poder adquisitivo.
Imagen de lujo en medio de la precariedad
El escándalo surgió luego de que la presidenta municipal justificara el accesorio al declarar que “fue un regalo del pueblo”, afirmando que no tenía culpa “de que la amen y le obsequien cosas”.
La respuesta no tardó en encender la indignación ciudadana, pues Acapulco atraviesa un momento crítico: inseguridad, crisis de servicios básicos y rezagos en la reconstrucción tras los desastres naturales que han golpeado al puerto.
La imagen de la alcaldesa portando una joya de más de 200 mil pesos contrasta con el discurso de austeridad y cercanía con el pueblo que ella misma ha promovido desde su llegada al cargo, y ha abierto un debate sobre la ética y la coherencia en el ejercicio público.
El costo político de la ostentación
El incidente ha sido interpretado como una muestra de desconexión con la realidad social de Acapulco, donde miles de familias viven con carencias básicas.
Críticos señalan que, más allá del valor material, el gesto representa una falta de sensibilidad en un contexto donde la población exige transparencia y resultados.
Además, el hecho podría tener implicaciones legales y administrativas, ya que la normatividad vigente prohíbe a los servidores públicos aceptar obsequios cuyo valor económico pueda considerarse excesivo o comprometer su función.
Lo que está en juego
El escándalo del collar no solo golpea la imagen de Abelina López, sino que erosiona la confianza ciudadana en su administración. En un escenario donde la rendición de cuentas y la congruencia son exigencias permanentes, un acto aparentemente trivial puede convertirse en un símbolo de desprecio hacia el electorado.
Conclusión
En Acapulco, donde la pobreza, la violencia y el abandono institucional conviven con la esperanza de una transformación real, la imagen de su alcaldesa con un collar de lujo se siente como una afrenta.
Más que una joya, el collar de 227 mil pesos se convirtió en un símbolo de la distancia entre el poder y la gente, una distancia que, políticamente, puede costar mucho más que su valor en el mercado.



