“‘Tengo que conocer a esa mujer’, me comentó Javier. Y la conoció; la llevó a casa a convivir conmigo y nuestros hijos, y tejió con ella una amistad y un vínculo tan fuerte que desde hace tres años, doña Mari, esa gran luchadora, ya no sólo se manifiesta con las cuatro fotografías de sus hijos desaparecidos. Ha adoptado una más: la de Javier.”
Así, desde una serenidad que a veces logra encontrar en tres años de duelo y lucha por la justicia, Griselda concluye: Javier sembró mucho cariño a lo largo de su vida. Eso es lo que ahora florece.
Tres años ya desde esa fecha fatídica en la que, a mediodía del 15 de mayo, un vehículo interceptó el coche de Javier Valdez en la céntrica calle Vicente Rivapalacio de la capital culichi, con tres hombres a bordo. Dos de ellos descargaron sus armas –12 disparos– contra el cuerpo del periodista, quien quedó tendido bocabajo sobre el pavimento, con su infaltable sombrero panamá a un lado.
Tres años transcurridos, y el esclarecimiento, la verdad y la justicia en este caso emblemático –uno más entre cerca de 150 expedientes de periodistas asesinados en México y una veintena más desaparecidos– apenas ha recorrido un corto tramo del camino, con dos de los homicidas materiales presos, uno de ellos ya sentenciado a 14 años de cárcel; otro en un proceso judicial suspendido temporalmente por la emergencia sanitaria. Está, además, un presunto autor intelectual detenido en Estados Unidos y con incierto juicio de extradición pendiente. Se trata de Dámaso López Serrano, El Mini Lic, cabeza de una fracción disidente del cártel de Sinaloa junto con su padre, Dámaso López, El Lic. Él está en una prisión de San Diego, California, donde se entregó desde 2017.
El gobierno mexicano empezó apenas en enero un proceso de extradición que podría durar años contra el hombre que decidió y ordenó el asesinato del periodista, ya que antes deben desahogarse otros cargos ante la justicia estadunidense.
El sentenciado es Heriberto Picos Barraza, alias El Koala, conductor del vehículo que transportó a los pistoleros. En espera de la última audiencia judicial, donde se conocerá el fallo y la sentencia, está Juan N, El Quillo, uno de los ejecutores. Un segundo gatillero, Luis Sánchez Romero, El Diablo, fue encontrado incinerado en Sonora en 2017.