Un holandés y tres mexicanos enfrentan un juicio en Holanda luego de ser detenidos el 10 de mayo del año pasado en la ciudad de Moerdik, en la provincia de Brabante Septentrional, cuando se encontraban en una embarcación en la que se fabricaban drogas sintéticas.
Los operadores del barco eran un hombre de Culiacán, Sinaloa, y dos de Durango, quienes confesaron que habían viajado a los Países Bajos porque les habían ofrecido un empleo con una paga mensual de 3,000 euros al mes (unos 60,050 pesos mexicanos).
Aunque no sabían de qué se trataba empleo, decidieron aceptar y fue así como en 2018 llegaron a La Haya y de ahí se trasladaron a Moerdik. Sin embargo, durante el juicio, que inició la semana pasada en la ciudad de Breda, los acusados se negaron a dar más información, de acuerdo con información de los portales Omroepbrabant, BNDeStem y Gelderlander, retomadas por el semanario mexicano Río Doce.
El barco donde se realizó la detención era un narcolaboratorio flotante donde se encontraron había 147 litros de metanfetamina líquida y 70 kilos de metanfetamina sólida.
Un día después de la detención, policías empezaron a desmantelar la embarcación y comenzó a hundirse de manera rápida, debido a que activaron un dispositivo, al parecer de manera remota.
La policía pudo evitar que el barco se hundiera por completo y obtener la evidencia, señalando que el mecanismo estaba diseñado para hundir el barco y desaparecer cualquier rastro.
“Lo especial de este laboratorio: con los desechos hicieron otro producto nuevo, el primer laboratorio en los Países Bajos donde se vio esto. Como resultado, hubo poco desperdicio”, indicó un agente.
En el laboratorio, la policía encontró una agenda con contactos en España, nombres y pesos de sustancias químicas y posibles ingresos.
De acuerdo con las declaraciones de los agentes, los mexicanos fueron quienes habilitaron el laboratorio y lo operaban.
El laboratorio estaba equipado de forma profesional, y con un sistema de extracción para purificar el aire y eliminar los gases químicos liberados.
Los agentes llegaron al barco porque despedía un fuerte olor a hierba y pidieron autorización del propietario para ingresar. Al hacerlo, encontraron el laboratorio y a los mexicanos mientras preparaban la metanfetamina.
Quiénes son los acusados
Los acusados son Candelario, de 38 años originario de Culiacán; los hermanos Diego, de 24, y Víctor, de 27 años, de Durango; y Cor B., de Holanda, y propietario del barco.
Durante el primer día de juicio, el originario de Culiacán se reservó su derecho a declarar y a contestar preguntas.
Señaló que tenía dos hijas de 12 y 19 años y que la mayor tuvo que dejar de estudiar para trabajar y ayudar económicamente a su esposa.
Víctor tampoco respondió preguntas, pero su hermano Diego dijo que volaron a Holanda en octubre de 2018, porque les ofrecieron trabajo.
“Alguien de México me dijo que aquí había algo que hacer y me ofrecía 3 mil euros al mes. En México trabajaba en una distribuidora de tomate, pepino y cebolla, ganando mil 500 pesos a la semana. Cuando te ofrecen 10 veces más de lo normal, lo agarras. Con ese dinero me alcanzaba para mantener a mi familia. Cuando llegué, alguien me dijo qué hacer con lo que había ahí adentro”, declaró. Sin embargo, se negó a dar más información.
Según los mexicanos llegaron al barco en marzo de 2019, pero en el celular de Diego se encontraron evidencias de que estaban ahí al menos desde el 12 de diciembre de 2018.
Durante el juicio mostraron imágenes de conversaciones de WhatsApp con números mexicanos, identificados como Chayo y la Patrona; y una conversación en la que alguien les da instrucciones sobre qué sustancias mezclar y a qué temperatura.
“Alguien me decía qué hacer y lo hacía. Sólo trabajaba, cocinaba cosas. Lo que se decía por WhatsApp era lo que se hacía”, señaló Diego.
Al ser cuestionado sobre los videos y fotografías en las que se mostraba la metanfetamina y que fueron compartidas por WhatsApp dijo “me pedían pruebas de lo que se hacía y mandaba las fotos del resultado”.
En la sesión el propietario del barco, Cor B., dijo “se acercaron a mí cuando estaba en Ámsterdam con mi barco. Fue por casualidad”.
En el segundo día de juicio, Víctor dijo que en México, al igual que su hermano, trabajaba distribuyendo tomates y cebollas, y ganaban mil 500 pesos a la semana.
Los agentes dijeron que el proceso de producción era a gran escala, ya que en el barco se hallaron huellas de ADN de otras personas desconocidas.
Los forenses señalaron que el ADN de los mexicanos fue encontrado en guantes de látex, máscaras antigás y botellas de agua.
La Fiscalía pidió cinco años de cárcel para los mexicanos y cuatro para el propietario del barco. El Juez dictará sentencia en marzo próximo.