El Real Madrid se plantó en el patatal del Parknen Stadion como el equipo grande que su historia le ordena ser. Ni el lamentable estado del terreno de juego, ni el frío ni la ruidosa hinchada danesa fueron intimidación alguna para el equipo de Ancelotti. Tampoco excusa alguna para no meter la pierna o bajar la intensidad, teniendo en cuenta que nada le iba en aquella guerra. Bajo la batuta y el escudo de un Modric en su mejor versión, que recordó al Luka del mes de septiembre, los blancos tutearon a los daneses desde el pitido inicial. Un partido sin lesiones era ya una victoria para el Madrid, pero este Real de Ancelotti no entiende de treguas aunque de antemano ya tenga ganada la batalla.
Es cierto que los primeros cuarenta y cinco minutos el preciosista juego blanco no se tradujo en demasiadas ocasiones de gol, pero la sensación de superioridad era abismal. El Madrid tocaba y tocaba de un lado a otro, sin prisa pero sin pausa, esperando algún resquicio en la bien agazapada defensa danesa. Fue un primer acto de mucho ritmo pero de pocos sustos para los locales. Eso sí, las contadas veces que el Madrid consiguió doblegar la zaga de los de Solbakken ,el miedo se apoderaba de la estruendosa afición del Copenhague. Como en la primera gran acción de peligro de los de Ancelotti. Fue en el minuto 21, cuando Marcelo conectó con Benzema, que recibió de espaldas en el área, se zafó de su marcador con un buen recorte pero su chut mordido acabó en las manos de Wiland. Fue el preludio del golazo de Modric. Tres minutos después, el croata recibió un pase de Isco en la medialuna del área danesa y tras dos recortes mágicos puso la pelota en la escuadra de Wiland con una rosca de ensueño. Sin duda, uno de los tantos de la temporada.
A partir de ahí, el dominio del Madrid se hizo aún más gigante y Cristiano, en dos chuts con su pierna derecha, en el minuto 31 y 37, estuvo cerca de ampliar la distancia. Wiland lo evitó con dos buenas paradas pero sabía la que se le avecinaba. Más temprano que tarde el luso le acabaría ganando el duelo. El comandante nunca falla. Antes, para cerrar la primera mitad, hubo tiempo para la polémica. Felix Brych anuló un tanto a Delaney a la salida de un córner por una clara falta sobre Casillas. Si alguien tenía mucha ganas de discutir la decisión, el debate acabó pronto: el mediapunta danés, además, remató el balón a la red con su brazo izquierdo. De este modo, el Madrid se marchó a los vestuarios con un 65% de posesión de balón, una mínima ventaja en el marcador pero una imagen descomunal de equipo con mayúsculas. Hay tollinas que no tiene por qué reflejarse exclusivamente en el marcador.
Cristiano se pone a 800
Paradójicamente, la segunda mitad comenzó con frío, mucho frío para el Copenhague. Los daneses salieron aletargados y lo pagaron muy caro. En el minuto 47, Cristiano Ronaldo, tras una gran asistencia de cabeza de Pepe, ponía tierra de por medio y entraba en la leyenda (una vez más) del Real Madrid. El luso anotó el gol 800 del conjunto blanco en la historia de la Copa de Europa y, con nueve tantos, se convertía en el máximo anotador en una fase de grupos de la Champions superando la marca de Inzhagi, Crespo y Van Nistelrooy (ocho dianas cada uno).
El tanto del portugués fue como un pequeño terremoto para el partido. Los daneses entendieron que aquello estaba perdido y decidieron quitarse ataduras y hacer del mismo un corre calles que le dio un punto más de belleza anárquica al partido. Y en esos fangos el Madrid se desenvuelve como nadie. Pero en esta ocasión, la suerte no estuvo del lado merengue y aunque Cristiano, Di María y Bale rozaron el tercero en varias ocasiones, el marcador ya no se movió. El que más cerca estuvo de hacerlo fue, quién sino, Ronaldo. El luso, mediada la segunda mitad, recibió de espaldas en el área un pase al hueco de Di María e hizo magia en un metro cuadrado: control y regate, todo en uno, hacia su pierna izquierda y zurdazo que acaba escupiendo la cepa del poste de Wiland. Ya casi en la prolongación, Cristiano sufrió un penalti que él mismo lanzó y erró. Chutó centrado y a media altura, pero Wiland no picó y despejó la pena máxima a córner. Fue su pequeña «vendetta».
Ahí murió el partido y una extraordinaria fase de grupos para el Madrid, con 16 puntos de 18 posibles y 20 goles en seis partidos, igualando el récord que hasta ahora ostentaban el Manchester United en la temporada 1998-99 y el Barcelona en la campaña 2011-12. Ahora, a pensar en los octavos, que ya vendrán a finales de febrero, pero que realmente comienzan este próximo lunes con un sorteo donde ya esperan el Manchester City de Pellegrini, el Olympiakos de Míchel y el Bayer Leverkusen.