Escuche mientras lee: “Back on the Chain gang” de los Pretenders: “circunstance beyond our control; the phone, the tv and the news of the world…”
La visión de Reyes Heroles en 1977, fue una que consideró todas las condiciones y circunstancias que en ese momento ponían en riesgo la gobernabilidad del país, debido a la fuerte inconformidad e inestabilidad social; condiciones que fácilmente podrían capitalizar los grupos de izquierda y de la ultra-izquierda como la Liga 23 de Septiembre, el Conamup, o las organizaciones maoístas entre otros recién afrentados con los asesinatos selectivos de sus dirigentes y el creciente número de presos políticos.
En el otro extremo, la ultraderecha hacía lo propio a través de organizaciones como Los Caballeros de Colón, Provida, El Yunque, entre otros.
Tres años antes, 1974, en la región Mixteca de Puebla, se habría fundado una organización denominada “Antorcha Campesina”.
Financiados con recursos del Gobierno federal y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Antorcha Campesina operó como el brazo armado y beligerante del partido oficial, con el objetivo de diezmar organizaciones opositoras o aniquilar sus movimientos.
Al mismo tiempo, como pago a sus “buenos oficios”, las administraciones federal, las de algunos estados y en particular, el entonces Departamento del Distrito Federal (DDF), recibían los “pliegos petitorios” del llamado Movimiento Antorchista, que en la mayoría de los casos se trataba del reclamo de predios y terrenos para que se les adjudicara -a nombre de sus dirigentes, nunca a nombre directo del beneficiario final- y la posterior construcción de viviendas (una especie de MUP priista).
Pero además recibían financiamiento, desde el DDF de Alfonso Martínez Domínguez, desde el estado de Puebla de Mario Piña Olaya, y desde la Secretaría de Gobernación, específicamente de la oficina de la Dirección General de Gobierno, encabezada por Manuel Bartlett Díaz, a quien por cierto se le señala como el creador de este organismo clientelar del PRI, y de agente disolutor de movimientos de protesta para la SEGOB.
Sin embargo, el carísimo proyecto no dio los resultados esperados y fue allí que el ingenio de Reyes Heroles ciñó a las cienes del entonces presidente, José López Portillo, una corona de laureles: La Reforma Político-Electoral de 1977.
Se trataba de tener al enemigo lo más cerca posible, controlado y ¿por qué no?, con el sucio perol (plato) en ristre, a la espera de su rebanada de pastel. Así, la figura de los plurinominales, lograría que activistas, dirigentes y simples militantes de movimientos de ultra derecha o izquierda cantaran mejor que un jilguero, a fin de operar los golpes mortales a esas organizaciones, ¿y sabe qué?, lo lograron.
Pero al mismo tiempo presentaban al Gobierno Federal como un ejemplo de democracia y pulcritud política, cuando en realidad, operaba la mayor red de tráfico de influencias y corrupción que la historia de México haya registrado.
Ya depurado, en el pasado reciente, este sistema al cual los opositores califican como “mecanismo democrático que combate la sobrerrepresentación, a la figura del partido político de Estado o único y fomenta por el contrario el pluripartidismo”, esta figura empoderó a una runfla de vividores que se dedicó a hacer carrera política en el Congreso de la Unión, sin haber gestionado un solo voto.
La oposición, de hecho, trabajaba en acabar con la democracia en México, al trabajar lentamente el regreso de la reelección -recuerde que en este momento es posible en representantes populares, gobernadores y presidentes municipales-.
Las listas plurinominales no representan, de ninguna manera la democracia y sí por contrario, una inmensa carga para el erario público.
Ergo, deben desaparecer y como la Gálvez habría dicho: señoras y señores plurinominales como la Lilly Téllez, la Rabadán o el Marco Cortés entre muchos otros, “¡a trabajar bebones!” Ciao