Por: Román Martínez
CANCÚN, 14 de mayo.-El seis veces campeón mundial de box en varias categorías, en 25 años de carrera, Julio César Chávez, quien no termina de digerir la derrota que sufrió su hijo ante el “Canelo” Álvarez, dio una plática a los universitarios de la UNIMAAT, a quienes les dijo que durante muchos años vivió la drogadicción del consumo de cocaína, que le costó mucho dejar y ahora tiene dos clínicas de rehabilitación y quiere hacer una más en Cancún, donde también pretende que sea un gimnasio para futuros campeones.
Sudando copiosamente, durante 30 minutos que habló con los jóvenes, manifestó que él quería ser ingeniero agrónomo, porque un tío fue muy exitoso agricultor y le atinó a ser boxeador, siguiendo los pasos de sus dos hermanos que ya boxeaban, Rodolfo y Rafael; “a mí el box no me gustaba porque mis hermanos llegaban muy golpeados a la casa, con los ojos hinchados y mi mamá se mortificaba mucho”, recordó.
Dijo que le prometió a su madre realizar 10 peleas y si perdía una se retiraba, pero ganó todas y se metió más al boxeo, donde le fue muy bien y ganó mucho dinero al convertirse en campeón del mundo y gracias a Dios le hizo su casa a su mamá, en una profesión de mucho sacrificio, esfuerzo, dedicación y disciplina.
Recordó que de niño vivió muchas necesidades y dentro del boxeo empezó a soñar con tener casas, yates y carros que se fueron dando con el tiempo, al igual que ganó millones de dólares, pero el haber caído en el alcohol y las drogas, lo hizo tocar fondo, después de tener todo, incluyendo mujeres.
“Le hice mucho daño a mi familia, a mis amigos y siempre dije que yo podía dejar la droga solo, cuando yo quisiera; al contrario era más mi consumo y todo se fue viviendo abajo, me convertí en un ser grosero, embustero, manipulador; le falté al respeto a mi esposa, a mi madre, a mis amigos; tenía una mansión pero vivía encerrado en un cuarto con los trabajadores drogándome día y noche y pasaron los meses y años y yo no quería salir de mi adicción”, afirmó.
Mencionó que cuando entró en Guadalajara a una clínica de rehabilitación, estuvo en un galerón con 120 jóvenes, todos cochinos y ahí estuvo los cuatro meses y medio más feos de su vida, parándose a las seis de la mañana a bañarse con agua fría y comiendo frutas y comida podrida; “era lo que yo necesitaba, afuera tenía carros, yates, dinero. Pensé que eso era para valorar lo que tenía afuera”, manifestó.
Julio César volvió a estar en otras clínicas, hoy tiene ocho años limpio, está ayudando a otros que pasan por lo mismo. Aquí en Cancún, aparte de las dos clínicas de rehabilitación que tiene en el norte del país, hará una asociado con Pepe Gómez, que también será gimnasio de box