Algo de Blancanieves y los siete enanitos, un poco de La cenicienta, toques de Alicia en el País de las Maravillas y seguramente mucho más. Frozen toma un poco de cada uno de los grandes clásicos de la casa del Ratón Mickey para construir su propio universo, con sus castillos mágicos, sus personajes entrañables, sus aventuras inolvidables y sus desenlaces heroicos, edulcorados y dramáticos en su justa medida.
Hace décadas ya que Disney fabrica sueños que son únicos e irrepetibles y al mismo tiempo comparten algo. Seguramente haya una fórmula secreta para hacerlo.
El camino es largo, se remonta al año 1937 con el estreno de Blancanieves y atraviesa diversas transformaciones, alianzas y ramificaciones. Por eso es lógico que haya altibajos, aunque el estándar de calidad se mantuvo. Dirigida por Chris Buck (Tarzán, Surf`s Up) y Jennifer Lee (guionista de otra de las grandes animaciones de este año, Ralph el demoledor), Frozen se inscribe sin lugar a dudas en los puntos altos de Disney.
Al principio todo es ideal. El cuento de hadas empieza en la inmensidad del castillo con las hermanas Anna y Elsa jugando con la magia de esta última, capaz de crear hielo y hacer nevar una habitación entera. Pero la magia se va de control, y con el paso de los años la soledad es el único refugio de Elsa para ocultar sus poderes. Mucho después, en la adolescencia, ella misma hará caer un invierno eterno sobre el mundo. Su hermana menor no duda en ir a convencerla para que regrese el verano. Para cuando se inicia la travesía épica de Anna, la ilusión del principio dejó paso al drama y también al romance.
"Lo principal en Frozen es la pugna entre el temor y el amor", explica Lee. "El poder del amor por encima del temor. Es un tema muy importante para nosotros. La mejor manera de contar esa historia es a través del amor de familia. Claro que hay amor romántico en la película, pero quisimos ir aún más allá y ver una forma de amor diferente. Todos nos identificamos con eso, tengamos hermanos o no".
Esas formas de amor aparecen representadas por las hermanas protagonistas pero también por la relación que Elsa entabla con Kristoff, torpe pero confiable hombre de la montaña y su inseparable Sven, un reno con actitudes más bien de cachorro de San Bernardo.
Y en esta compañía que se une en el viaje a través del mundo nevado, terminarán encontrándose en el camino con varios obstáculos, peligros mortales y situaciones cómicas plagadas de gags. Entre ellos, destaca la repentina aparición de Olaf, un muy simpático muñeco de nieve que sueña con conocer el verano.
"La película contiene mucho humor de varios de los personajes. De hecho nuestra protagonista, Anna, es un personaje divertidísimo", asegura el productor Peter del Vecho sobre los momentos cómicos del film. "Surge de sus personalidades o de las situaciones en que se encuentran. Es un humor muy sincero y uno puede identificarse con él".
ASOMBROSA.
La película experimenta diversas tormentas emocionales pero también visuales, alternando lujosas habitaciones de castillos con pueblos llenos de gente, hasta llegar a montañas y lagos enormes. "Siempre hablamos del entorno como un personaje y eso se ve en la película. Hay un alcance y una escala enormes. Se usó mucha tecnología en el estudio para permitir que los personajes se relacionaran con el ambiente y con la nieve. No queríamos que solo caminaran sobre la nieve, queríamos darle una sensación real de interacción con el entorno", dice del Vecho.
Lee, por su parte, le da gran parte del crédito al incansable trabajo de los ingenieros de software de la producción. "Nuestro equipo se esforzó al máximo. Tuvieron que crear un software nuevo y modificarlo una y otra vez".
Otro de los desafíos fue el trabajo de campo. Aunque se trata de una animación, fue necesaria una experimentación en carne propia para captar la verdadera esencia de la nieve y poder llevarla a la pantalla con la asombrosa fidelidad (casi se puede sentir su textura) de la película. "Enviamos a los animadores y artistas de efectos a Cheyenne, Wyoming, a andar por la nieve hasta la cintura", recuerda del Vecho. "Al equipo de dirección artística lo enviamos a un hotel de hielo en Canadá para ver cómo la luz se refleja y refracta con los elementos. Todo eso requirió una coordinación entre nuestros ingenieros de software y nuestros artistas".
RESPONSABLE.
Como en las mejores películas de Pixar y, por lo tanto, en lo mejor de la animación a lo largo de la historia, John Lasseter está involucrado como responsable y supervisor, algo que explica muchas cosas. Por ejemplo, si bien se está ante personajes de trazo clásico tienen sus luces y sus sombras que le dan otra profundidad, y si bien es una historia para toda la familia no está exenta de drama.
Hace ya siete años que Lasseter, alma mater de Pixar, se convirtió en el jefe de animación de Disney. A su originalidad y capacidad de innovación, el realizador le sumó las posibilidades inagotables de las marcas distintivas de Disney, esas que en Frozen dicen presente con aires renovados.
Hay paisajes asombrosos (valles, picos nevados, castillos, lagos), recurrentes pasajes musicales de alta emotividad, secuencias de acción y criaturas de todo tipo. Pero detrás de toda esa magia está la mano realista de Lasseter para darle profundidad psicológica y hacer sentir a estos protagonistas en 3D como si fueran de carne y hueso.
No hay tecnología ni historia ni presupuesto que sustituya la fuerza clave: la que surge de los personajes. Sin ellos, la historia se caería. Anna es la que se roba el protagonismo, es una clásica princesa de Disney pero a la vez tiene un toque de incorrección y desprolijidad que la hace muy humana. "Queríamos a una chica que fuera enérgica y distinta con quien nos pudiéramos identificar aquellos que no somos tan refinados y que tal vez hablamos muy rápido", explica la directora sobre el personaje al que en inglés le da vida Kristen Bell.
Elsa, su hermana mayor, no demuestra tanta inocencia y esconde varios secretos. Además de desencadenar el nudo de la narración, Elsa protagoniza uno de los momentos más altos de la película: la interpretación del tema Libre soy (cantado en español por la argentina Martina Stoessel, la protagonista de Violetta) mientras construye un monumental palacio de hielo en el pico más alto de una montaña.
Los personajes secundarios se ganan de a ratos el protagonismo y aportan frescura. Está el Príncipe Hans, adorable al principio pero con una cara oculta, el Duque de Weselton, clásico villano de la casa y, por supuesto, Kristoff y Sven, que se vuelven cada vez más importantes.
"Me encanta que sea un personaje inocente, con una visión inocente del mundo, pero le da mucho corazón a la película. Debido a esta visión inocente puede decir cosas que otros personajes no, cosas que son pertinentes y que van directas a la emoción", explica del Vecho en referencia a Olaf, el muñeco de nieve animado que hacia la mitad de la película se une al grupo volviéndose inseparable y aportando varios de los momentos más hilarantes de la historia. Creado por las hermanas en la infancia y hallado por casualidad mucho tiempo después, es algo así como el Rosebud de esta historia.
MÚSICA.
"Queríamos hacer una gran película con canciones y darles la sensación clásica de Disney que nos encanta. Pero también queríamos hacer algo innovador y contemporáneo", explica Lee. Del Vecho agrega que "las canciones pueden brindar humor pero también conmover el alma de una manera que el diálogo no siempre puede".
Como musical, Frozen tiene su mayor virtud en que las canciones interpretadas no detienen la historia ni se notan forzadas, como inclusiones artificiales en la trama, sino que funcionan con ésta, potenciándola y acompañándola. La música es parte de la narración.
De ahí que el equipo haya seleccionado a la actriz de teatro y cine Idina Menzel para ponerle la voz original a Elsa, logrando aportarle los claroscuros necesarios. Menzel, en teatro desde 1995, ya ganó el premio Tony a la Mejor Actriz en un Musical por su papel de Elphaba en el musical de Broadway Wicked (2004).
Capricho de Disney
Aunque recién se estrena esta semana, la idea de Frozen tiene muchos años. La película adapta el relato clásico La reina de las nieves, de Hans Christian Andersen, un viejo anhelo del propio Walt Disney, que ya tenía pensado hacer una película inspirada en esa historia en los años 40. De hecho, Disney llegó a ponerse manos a la obra para su deseada película junto a Samuel Goldwyn, aunque finalmente el proyecto no vio luz.
Tuvieron que pasar más de setenta años para que los actuales ejecutivos de Disney Pictures volvieran al cuento de Andersen y se decidieran a llevarlo al cine.
Una razón para llegar temprano a la sala
Previo a la exhibición de Frozen: Una aventura congelada, los espectadores podrán disfrutar del último corto de Disney, tal como se acostumbra a hacer con las películas animadas en los últimos tiempos. Se trata del notable Mickey Mouse: Get a Horse, film dirigido por Lauren McMullan, que es, además, la primera mujer en dirigir una película animada en solitario.
El corto cuenta con las voces originales del propio Walt Disney como Mickey Mouse, Marcellite Garner como Minnie y Billy Bletcher como Pedro el Malo, villano de la tira. El corto fue rodado con alta tecnología pero buscando emular el aspecto de los filmes animados de la época de los años 30, en los inicios de la travesía de Disney.
Con una trama disparatada plagada de momentos para la risa, Mickey Mouse Get a Horse combina elementos del cine de animación clásico con el 3D. Se trata, en rigor, de uno de los más acertados ejemplos de la utilización de esta tecnología en los últimos tiempos. La trama, de hecho, se atreve a jugar con las posibilidades de este formato, rompiendo literalmente la pantalla y sacando a los personajes de la ficción a la realidad y visceversa, en un efecto muy bien logrado.
Este corto cuenta también con la supervisión de Lasseter y se estrena para celebrar los 85 años de historia del ratón más popular.