Aunque las fuerzas humanistas y seculares han estado socavando constantemente la herencia cristiana de los Estados Unidos, tal vez la amenaza más grande a la estabilidad y perpetuación de la civilización norteamericana es lo que le ha pasado al mismo cristianismo. La vasta mayoría de los Fundadores, de los Constituyentes y de la Judicatura de los Estados Unidos antiguo estuvieron alienados incuestionablemente con el enfoque cristiano en general y con el protestantismo en particular.
Se registra que ellos declararon muy fuertemente que la prosperidad política, el gobierno popular e incluso la felicidad humana de Norteamérica dependen en la fundación moral de la religión cristiana. Por ejemplo, después de servir dos periodos como Presidente de los Estados Unidos, George Washington articuló en su discurso de despedida a la nación la esencialidad de la moralidad cristiana para la supervivencia de la nación:
De todas las disposiciones y hábitos que guían a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables. Sería en vano que un hombre reclame tributo de patriotismo y luego labore para subvertir estos grandes pilares de la felicidad humana, estas columnas firmes de los deberes de los hombres y ciudadanos. El simple político, igualmente como el hombre devoto, debe respetarlas y nutrirlas.
Un volumen no puede trazar todas sus conexiones con la felicidad privada y pública. Pregúntese simplemente: ¿Dónde está la seguridad para la propiedad, la reputación, la vida, si el sentido de la obligación religiosa abandona los juramentos que son los instrumentos de investigación en las cortes de justicia? Supongamos con cautela que se puede mantener la moralidad sin la religión. Aunque se pueda conceder algo a la influencia de la educación refinada en las mentes de estructura peculiar, la razón y la experiencia nos impiden esperar que la moralidad nacional pueda prevalecer en la exclusión del principio religioso. Es substancialmente verdadero que la moralidad es un manantial necesario del gobierno popular. De hecho, la regla se extiende en diferentes niveles de fuerza en cada tipo de gobierno libre. ¿Qué persona que sea un amigo sincero de esta regla puede mirar con indiferencia los intentos de conmover la fundación de la estructura?.
George Washington ofreció otra observación perspicaz en su discurso de despedida que debe hacer que cada norteamericano medite:
Observad buena fe y justicia hacia todas las naciones; cultivad paz y armonía con todos. La religión impone esta conducta; y ¿no debería la buena política imponerla igualmente? Valdría la pena que una gran nación libre, iluminada y que se encamina rápidamente al engrandecimiento, de la humanidad el ejemplo magnánimo y muy original de un pueblo que es guiado siempre por una justicia y benevolencia exaltada. ¿Quién puede negar que, en el curso del tiempo y de las cosas, los frutos de tal plan recompensen ricamente cualquier beneficio temporal que pueda perderse por causa de la búsqueda de esta meta noble? ¿Ha conectado la Providencia la felicidad permanente de una nación con su virtud? Al menos, todo sentimiento que ennoblece la naturaleza humana recomienda el experimento.
Washington estaba haciendo preguntas retóricas—preguntas que portan sus propias respuestas afirmativas. En otras palabras, la “felicidad permanente” (la alegría y el bienestar) de la nación está conectada íntimamente a “su virtud” (la observación de la moralidad cristiana). Por ende, la supervivencia nacional norteamericana llega a ser “imposible a causa de los vicios de la nación”. El abandono extenso de los principios morales de la Biblia presagia la destrucción nacional.
Una nueva iglesia “La Cima de la Montaña Ministerios Cancún”.
Hace cuarenta años, un siervo de Dios tuvo la visión de que el Espíritu Santo en fuego y en poder, cruzaría Sudamérica, México y el sureste de los Estados Unidos. El año pasado, el pastor principal, James, visitó Cancún por primera vez y el Señor puso en su corazón el deseo de comenzar por fin algo en México, así que un gran grupo de ministros se juntaron para hablar, orar y visitar el área ya que había mucho por hacer pero también muchas cosas que considerar.
Y como no fue de esperarse, el Señor les mostró que iba delante de ellos en todas estas preocupaciones y comenzaron a conocer gente que compartía de sus visiones en sueños y profecías a cerca de lo que Dios quería hacer en ésta área y en todo México. Pocos meses después, cinco familias completas decidieron empacar y mudarse para empezar una nueva iglesia “La Cima de la Montaña Ministerios Cancún”.
12 meses han pasado, y el Señor ha abierto puertas y preparado el camino más allá de lo que pudieron imaginar. Maravillados por el gran apoyo que han recibido de nuevos amigos, que con un corazón generoso e incondicionalmente han ayudado en mucho. Desde la preparación del lugar, hasta pasar largas horas montando micrófonos, luces, practicando nuevas canciones, estan muy agradecidos con todos por su gran participación, incluyendo a todos aquellos que fielmente han asistido a cada uno de los servicios….algunos manejando desde muy lejos con sus pequeños para formar parte de ésta obra que Dios está haciendo. Las grandes jornadas de trabajo y pequeños inconvenientes se olvidan cuando ven a la gente acercarse al frente en cada servicio para recibir al Señor, y ser bautizados con el Espíritu Santo.
La visión para México no es sólo fundar una iglesia en Cancún… el deseo es trabajar junto con todas aquellas iglesias que predican la palabra de Dios, y alcanzar cada día a más gente para que conozcan a Dios y escuchen la verdad.
Estamos seguros que conforme pase el tiempo, recordaremos nuestros primeros lugares de reunión, nuestras largas conversaciones comiendo tacos y tomando café, los largos días y horas o las dificultades técnicas…todo será parte de una hermosa historia y un gran testimonio de cómo tanta gente conoció a Dios y cambió sus vidas; y el gran gozo que día a día arde en nuestros corazones como fue profetizado hace cuarenta años define hoy éstos pioneros días…Esperamos seguir compartiendo ésta gran travesía con ustedes a través de la cima de la montaña.