[blockquote style="1"]Jordi Muñoz es un joven mexicano de 27 años que se sobrepuso a muchos obstáculos: ser rechazado por el sistema de educación superior, huir de un hogar roto, conseguir mediocres trabajos y perderse en el amor. Ahora derrocha su talento para desarrollar robots.[/blockquote]
Su primer empleo fue en el Aeropuerto de la Ciudad de México, donde trabajaba de todo. No duró mucho. Pero Jordi Muñoz tenía un talento escondido: siempre fue bueno para la computación. “Le interesaba lo espacial, la aeronáutica”, relata uno de sus mejores amigos que lo conoce desde la primaria. Eso lo llevó a encontrar un empleo en Grupo IUSA, donde llevaba las redes y básicamente conectaba cables.
Al presentar un nuevo examen para el Instituto Politécnico Nacional y ser rechazado por segunda ocasión, entendió que la Ciudad de México solo le ofrecía un futuro de salarios mínimos, robos y trafico caótico, Jordi regreso a Tijuana.
En un entorno difícil entre su familia rota y la noticia de que sería padre, Jordi probó suerte en Estados Unidos y fracasó.
Entonces aparecieron el Arduino, los acelerómetros y un helicóptero a control remoto quehackeó y llamó la atención de una empresa suiza y de Chris Anderson, ex editor en jefe de la revista tecnológica más influyente del planeta. La suerte cambio finalmente.
Hoy, Jordi derrocha su talento en 3D robotics, la fábrica de drones no militares que lo ha hecho famoso, millonario y literalmente el reflejo de un milagro.