Albert Einstein es considerado el científico más influyente del siglo pasado. Se le comparó con Isaac Newton, al que admiraba profundamente, a tal grado, que en su estudio tenía un retrato de él. Einstein fue tan popular, que no sólo las revistas científicas sino inclusive las de élite, mostraban sus fotos en portada con mucho orgullo. Y orgullo fue lo que Einstein no tuvo nunca a pesar de ser una persona famosa, por esto, algunos lo consideran también un filósofo. Sus frases demuestran un gran sentido de humanidad y un profundo respeto hacia el Arquitecto del Universo. De hecho, él reconoció haber realizado sus descubrimientos después de haber leído a su paisano alemán, el filósofo Emmanuel Kant.
Pero Albert Einstein también era humano, demasiado humano, aunque cuando murió decidieron estudiar su cerebro para saber si tenía algo diferente a un cerebro normal. No encontraron nada extraordinario.
Cuando Einstein era niño, su tío Jacob, que era ingeniero industrial, le regaló una brújula. Él se encontraba en cama convaleciendo de una gran enfermedad. Esa brújula fue el motor que impulsó a Einstein a convertirse en un científico, pues quería saber por qué la aguja de la brújula siempre apuntaba hacia un mismo lugar. Ahí nació la concepción de la relatividad especial y la general. En otra ocasión platicó cuando el profesor de cuarto grado de primaria quería una respuesta pronta y expedita a la pregunta que le hizo a Einstein, de cuál era el resultado de multiplicar cinco por ocho. Después de un largo rato contestó: “Si sumamos ocho veces el cinco nos da cuarenta, ¿verdad, profesor?”. “¡Síííí!”, le contestó el profesor impaciente. Luego le dijo: “pero si sumamos cinco veces el ocho, también nos da cuarenta, ¿verdad?” “¡Síííí!, fueeeera, estás castigado, eres un niño de pensamiento muy lento, no serás nadie en la vida”. El niño Einstein tuvo que salir del salón de clases castigado, en el frío invierno alemán.
Einstein era tan distraído (en realidad no lo era, pues él mismo afirmó que cuando tenía un problema que resolver, se concentraba tanto en él, que se olvidaba de las demás cosas) que en una ocasión se le olvidó el camino para regresar a su casa. Fue él quien afirmó que aquella persona que tiene muchas cosas que hacer encuentra que el día tiene más de veinticuatro horas. Los que lo conocieron refieren que trabajaba en sus teorías veinte horas y sólo dormía cuatro. Comentaba que el ser humano pierde mucho tiempo en cosas superfluas y por eso usaba siempre el mismo color de traje, para evitar gastar pensamiento en la pregunta “¿qué me pondré hoy?”
Einstein llegó a conclusiones científicas tan sorprendentes, que cuando las publicó en los Anales de Física, muchos de sus colegas creyeron que era una tomadura de pelos, pues éstas chocan bruscamente con nuestro sentido común. La primera, “la distancia más corta entre dos puntos no es una recta, como afirma Euclides, sino una curva”, otra, “Dos rectas paralelas sí se unen, sólo basta observar las vías del tren en la lejanía”, una más, “Existen estrellas que vemos en el firmamento que ya no existen… hace siglos, milenos de millones de años que ya desaparecieron”. “el análisis de un fenómeno natural, depende del marco de referencia del observador”. “La gravedad entre los astros no existe, es sólo una curvatura del espacio debido a la concentración de masa”. “Dios, no juega a los dados”, es decir, Dios no es imperfecto, es el gran matemático, Dios de dioses, elemento único, que ni nace ni perece sino que se mantiene por toda la eternidad.
Fue un excelente amigo de sus colegas científicos. Admiraba y le gustaba charlar muchas horas con Marie Curie, Max Planck, Niels Bhor, Ernest Rutherford, J. J. Thomson. Cuando Adolf Hitler le pidió que le revelara secretos de la bomba atómica, decidió marcharse a los Estados Unidos, donde le escribió una carta al presidente Franklin Delano Rossevelt, alertándolo del peligro que representaba que Hitler construyera dicha bomba. Al final de su vida, Einstein se sintió decepcionado de los inconscientes políticos que usan los avances científicos para asuntos bélicos y no para el progreso de la humanidad.
LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS.
Amable lector, he aquí una muestra para que veamos que los científicos son seres como nosotros, con la pequeña gran diferencia que ellos son perseverantes, constantes, metódicos, entusiastas, que les gusta lo que hacen. Cuando el ser humano trabaja en lo que le gusta hacer, es cuando se desarrolla y se convierte en un líder influyente en su actividad. Saludos y pacíficas fiestas para las Lupitas, en su latinoamericanísimo día.