El Senado de la República vivió este miércoles una escena novel para la política mexicana: dos senadores de alto perfil protagonizaron un enfrentamiento físico al término de una acalorada sesión sobre la posible intervención de Estados Unidos en contra de los cárteles del narcotráfico.
Un choque sin precedentes
El intercambio verbal escaló rápidamente. Alejandro Moreno, líder del PRI, acusó a su contraparte Gerardo Fernández Noroña de obstruirle el derecho a la palabra. La tensión subió cuando Moreno subió a la tribuna y, sin contener su furia, empujó a Noroña en repetidas ocasiones, incluso golpeándole el cuello y derribando a un camarógrafo que intentaba intervenir.
Política rota y polémica internacional
El choque surge tras un debate ferviente sobre las críticas de la oposición hacia una supuesta solicitud de intervención militar de EE. UU.—acusaciones que PRI y PAN niegan tajantemente. La postura intransigente de la senadora Lilly Téllez en una entrevista reforzó la tensión: su llamado a que “Estados Unidos ayude a México” encendió los ánimos en la cámara.
Más allá del cuerpo a cuerpo
Este altercado refleja algo más profundo: la erosión del debate parlamentario y la consumación de una confrontación que pasa del discurso a la violencia física. Ambas figuras estaban ya bajo múltiples cuestionamientos —Moreno por presuntas irregularidades en su gestión como gobernador, Noroña por sus constantes críticas y confrontaciones públicas— y este episodio aumenta el deterioro de la institucionalidad senatorial.
Repercusiones inmediatas
Tras el incidente, Noroña anunció que presentará denuncias contra Moreno y compañía, mientras que el personal herido —incluido el camarógrafo— ya recibió atención médica. El video del enfrentamiento circula ampliamente en redes, generando indignación y debates sobre los límites aceptables del conflicto político.
Conclusión
El Congreso, foro sagrado de deliberación, fue escenario este miércoles de una pugna que mancha su credibilidad. La agresión física entre líderes partidarios no solo desnuda la polarización extrema, sino que anticipa un escenario donde el diálogo cede ante la confrontación. Este choque no solo golpea a los protagonistas: golpea la democracia misma.



