Moscú / Kiev.– El ex presidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvédev, acusó este lunes 11 de agosto que el gobierno de Ucrania estaría reclutando “asesinos” de cárteles mexicanos y colombianos para combatir en el frente. Mencionó expresamente a grupos como Sinaloa, CJNG y Clan del Golfo, y señaló a una empresa de Medellín como intermediaria. No presentó pruebas públicas que respalden la afirmación.
La acusación surge en un contexto de guerra informativa. En 2024, el servicio de inteligencia exterior ruso ya había difundido una versión distinta pero similar, en la que señalaba que agencias estadounidenses reclutaban presos de cárteles para enviarlos a Ucrania, lo cual fue desmentido por verificadores y por la Embajada de Estados Unidos en México.
Lo que sí está bajo investigación es la posible infiltración de voluntarios hispanohablantes vinculados a redes criminales latinoamericanas en unidades ucranianas, con el objetivo de recibir entrenamiento en drones FPV y exportar ese conocimiento. El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) mantiene abiertas pesquisas sobre este caso desde julio, ante la sospecha de que esta capacitación pudiera ser utilizada posteriormente por grupos criminales en sus países de origen.
La presencia de latinoamericanos en el conflicto no es nueva: desde 2022, exmilitares y civiles de varios países de la región se han integrado a la Legión Internacional de Ucrania, algunos por motivaciones ideológicas y otros por razones económicas, con casos que han terminado en detenciones y procesos judiciales en Rusia.
Implicaciones
Si la hipótesis ucraniana sobre infiltraciones se confirma, abriría un frente de seguridad transnacional: el traslado de tácticas y tecnología de guerra, como drones kamikaze, desde el campo de batalla europeo hacia estructuras criminales en América Latina. Esto podría incrementar la capacidad operativa de los cárteles y escalar la violencia en la región.
Mientras tanto, la falta de evidencias en las acusaciones rusas subraya el papel de la propaganda y la desinformación como armas estratégicas en un conflicto donde la batalla por la narrativa es tan intensa como la que se libra en el terreno.