Por Martín G. Iglesias
El ejercicio del poder desgasta, dice una máxima en la administración pública; pero aniquila si las cosas no se hacen bien y la percepción ciudadana hacia los gobernantes es de desconfianza e indiferencia.
Los gobiernos, de los tres niveles, tienen la gran responsabilidad de lograr que sus gobernados se interesen en las actividades públicas, promover la participación ciudadana y la consulta de las obras y acciones del gobierno, incluido en el Plan de Desarrollo.
Pero hay que aclarar circunstancias, porque una cosa es la dificultad para gobernar y otra muy diferente la incapacidad para gobernar. Se dificulta gobernar cuando no tienes un Legislativo compuesto por la misma ideología política (o similar), como le sucedió a Vicente Fox Quesada (2000-2006) o al mismo Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (2006-2012), que tuvieron trabas para realizar las reformas que en ese tiempo el país necesitaba; o a un gobernador cuando no tiene el congreso que apoye sus iniciativas, su presupuesto, sus actividades; o a un presidente municipal cuando no tiene un gobernador afín, entonces podemos hablar de dificultad para poder ejercer a plenitud la gobernabilidad.
Otra circunstancia es la incapacidad para ejercer el gobierno, pues aquí se tiene todo a su favor, pero simplemente los que se encargan de realizar la administración pública en sus diferentes niveles, no pueden hacerlo, porque no cuentan con los conocimientos indispensables, no tienen la voluntad o simplemente les vale lo que sus gobernados digan.
La incapacidad para gobernar se manifiesta en una serie de excusas, principalmente culpando al antecesor o antecesora de no hacer las cosas bien y por ello es que se tiene esta circunstancia; peor aún, cuando la incapacidad de gobernar se quiere justificar por medio de comunicados oficiales, que más que abonar a la información a la que tienen derecho todos los ciudadanos, la empeora. Se suma a esta incapacidad el llamado “autoengaño”, donde los asesores, los gurú, los operadores políticos, los propios secretarios o directores engañan al titular del gobierno, al decirle que todo está bien, que no hay problemas, que todas las decisiones que se toman al seno de la administración, son correctas, eso es un cáncer que termina con matar la vida pública y política de quien está al frente del gobierno.
No es fácil salir a dar declaraciones de algo que no se cree, no es fácil poder justificar los errores de los secretarios de estado o los directores del municipio; muy complicado se torna la administración pública cuando no se escucha a los expertos. Pero más difícil puede ser cuando la ciudadanía se desesperanza de lo que sería un buen gobierno, y en poco tiempo te dé la espalda al votar por otras opciones diferentes a las que te llevaron al poder.
SASCAB
Los y las presidentes municipales deben de tener cuidado a quiénes eligen, para que les ayuden en la asistencia de sus asuntos como gobernantes, pues muchas veces éstos son los que maltratan u ofenden al pueblo, pero lógicamente al titular es a quien le cae la culpa; aunque muchas veces eso es “plan con maña”.
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