Hoy se confirma lo que ya era un secreto a voces: quienes en el sur y sureste del país decidieron respaldar a Adán Augusto López Hernández se alinearon con un liderazgo que ya no existe. Creyeron que defendían a un leal, cuando en realidad apostaban por un político aislado, sin respaldo, fuera del juego, y ahora —con la renuncia de Adán— todo queda más que claro: no se alineó con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.
Su renuncia no es un acto digno, es un mensaje entre líneas: está acusando a Sheinbaum de dejarlo caer, de usar el aparato del Estado para exhibirlo, apartarlo y cargarlo de señalamientos graves. ¿De qué se le acusa? Nada menor. Su exsecretario de Seguridad Pública en Tabasco —cuando él fue gobernador— está vinculado con un grupo criminal y actualmente prófugo de la justicia. Una bomba política que amenaza con estallarle en las manos.
Adán Augusto lanza indirectas, pero la narrativa es clara: acusa implícitamente a la presidenta de haber permitido, o incluso orquestado, la apertura de esas investigaciones desde dentro del mismo poder.
Y mientras eso ocurre, quienes lo respaldaron han quedado mal parados. En el sur y sureste, gobernadores, legisladores y operadores políticos que lo empujaron en la precampaña hoy son la evidencia viva de un error de cálculo político. En Baja California, Marina del Pilar fue una de las primeras en ponerse de su lado. No sólo lo apoyó, sino que puso recursos y estructuras a su favor. Hoy, el mensaje también es para ella. ¿Por qué la obligaron a leer el manifiesto contra el nepotismo en el Congreso Nacional de Morena? ¿Por qué nadie alzó la voz tras la revocación de su visa? Porque en Palacio Nacional ya no están con ella… ni con ninguno del equipo de Adán Augusto.
En Quintana Roo y el sureste, muchos operadores locales apostaron por él sin leer correctamente el momento político. Se fueron con quien ya estaba vencido. Quedaron etiquetados como parte de un proyecto derrotado.
Aquí no hay espacio para ingenuidades. Claudia Sheinbaum no ejerce un poder simbólico, ni con abrazos ni ternura política. Ejerce el poder en serio, con decisión, cálculo y fuerza. Lo dijimos desde el principio: esto ya no es la Cuarta Transformación de los discursos dulces, esto es el nuevo poder real, con rostro, con dirección y con estructura.
Apoyar hoy a Adán Augusto es ponerse en contra de la presidenta en funciones, y eso en Morena tiene consecuencias. Pregúntenle a los del sur. Pregúntenle a quienes se alinearon con él sin entender que el liderazgo ya cambió.
Esto no es fuego amigo. Es la reconfiguración del poder. Y el sur ya lo está pagando.