El Teletón, el máximo evento de “asistencia social” que se realiza en México desde 1997 y que es liderado por Televisa, es desde hace años un foco de críticas. Principalmente por “el uso mediático y sentimentaloide” que esa empresa hace de las personas con discapacidad; porque hay sospechas sobre el uso fiscal que podría darse a las aportaciones; por las ligas entre los gobiernos federal y estatal con la televisora y porque el Estado mexicano, a juicio de especialistas, ha abandonado su obligación de atender a los menores con discapacidad en el país, dejando la responsabilidad en instituciones de asistencia social que son poco transparentes.
Además, dicen los críticos del Teletón, lo que ahí se aporta es dinero que el gobierno deja de recibir por concepto de impuestos, y que debía destinar a obras y servicios a la ciudadanía. Los donativos son un doble negocio para las compañías y gobiernos, afirman, pues los obtienen de sus empleados, los reportan como suyos y encima obtienen publicidad gratuita y reconocimientos por su altruismo. Televisa ha defendido su Teletón de críticas que vienen incluso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y que alertan sobre el programa asistencial como una mascarada en la que todos ganan, a costa de un beneficio pírrico para la población. Lo ha hecho, además, como mejor sabe: con el bombardeo de anuncios publicitarios y el apoyo incondicional de sus actores y actrices, así como comunicadores y líderes de opinión afines en diferentes medios. Este año lo volvió a hacer: recaudó 474 millones 143 mil 221 pesos. Sin embargo, las interrogantes por la opacidad en su operación financiera y por el uso y abuso político de las niñas y niños con discapacidad no ha hecho sino aumentar año con año.