Ciudad de México,.— Una cadena de muertes repentinas sacude a la Secretaría de Marina y coloca nuevamente a las aduanas en el ojo del huracán. Dos capitanes fallecidos en menos de 48 horas, ambos con pasado en puntos estratégicos del comercio marítimo. La versión oficial habla de un “suicidio” y de un “accidente en práctica de tiro real”. Pero lo que se esconde tras la niebla es un patrón inquietante: oficiales que conocían demasiado y que hoy ya no están para contarlo.
La sombra de los caídos
El capitán Adrián Omar del Ángel Zúñiga murió durante una práctica de tiro en Sonora. Horas antes, otro capitán había sido hallado sin vida en su oficina en Tamaulipas. Ambos compartían un punto en común: cargos sensibles en aduanas donde se investiga contrabando, huachicol fiscal y posibles redes criminales vinculadas al tráfico de mercancías.
Demasiadas coincidencias para pasarlas como accidentes fortuitos.
El zar incómodo de las aduanas
En medio de este escenario aparece una figura clave: Rafael Marín Mollinedo, actual titular de Aduanas, señalado como el artífice de una limpia interna que busca desarticular estructuras corruptas enquistadas por décadas.
La estrategia de Marín es clara: cerrar espacios a la complicidad, reordenar la cadena de mando y cortar de raíz las fugas multimillonarias en recaudación. Pero el costo político y personal de esa misión se ha vuelto evidente. Cada movimiento toca intereses oscuros que se resisten a perder privilegios, y cada muerte parece un mensaje de advertencia hacia quienes se atreven a desafiar el viejo orden.
Una racha que parece mensaje
El discurso oficial insiste en que se trata de “hechos personales”, pero la racha de muertes —justo cuando se intensifica la limpia de Marín Mollinedo— refuerza las sospechas de que no se trata de casualidades, sino de advertencias cuidadosamente ejecutadas.
¿Quién se beneficia con la desaparición de mandos clave? ¿Quién tiene la capacidad de borrar testigos en posiciones tan sensibles?
- La intriga en los pasillos
- Mientras el gobierno asegura que todo avanza con normalidad, la intriga crece en los pasillos institucionales:
- ¿Son estas muertes el precio de la depuración en aduanas?
- ¿Se busca silenciar información comprometedora sobre redes internas?
- ¿Hasta dónde llegará la cruzada de Marín Mollinedo y quiénes intentan frenarla?
El silencio que pesa más que las balas
La Marina mantiene el discurso del protocolo y la institucionalidad. Sin embargo, cada comunicado frío y cada explicación escueta generan más dudas que certezas. En el fondo, lo que se respira es la sospecha de que las muertes no son accidentes, sino piezas que caen en una partida donde lo que está en juego es el control de las aduanas mexicanas.
El “zar incómodo” avanza con su limpieza, pero la pregunta es inevitable: ¿cuántos más tendrán que caer para que el viejo sistema entienda que sus días están contados?