Ante cerca de 140 mil personas, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo pronunció su primer Grito de Independencia desde el balcón del Palacio Nacional, en una ceremonia que se convirtió en símbolo de reivindicación femenina, derechos humanos y soberanía nacional.
Un acto cargado de símbolos
Sheinbaum rompió con la tradición protocolaria mediante gestos que reforzaron su mensaje: vistió una falda morada, color asociado al feminismo; caminó junto a un retrato de Leona Vicario, heroína de la Independencia; y recibió la bandera de México de manos de ocho cadetes mujeres.
La ceremonia, de apenas un minuto, incluyó un discurso que homenajeó a las heroínas anónimas, reconoció a los migrantes como parte fundamental de la nación y subrayó la independencia y la soberanía de México, en un contexto marcado por tensiones con el expresidente estadounidense Donald Trump.
Dominio político y respaldo ciudadano
El evento, que reunió a miles de personas en el Zócalo capitalino, fue también una demostración de fuerza política. Encuestas recientes le atribuyen una popularidad cercana al 80 %, superando el respaldo que tuvo su antecesor Andrés Manuel López Obrador en el mismo periodo de gobierno.
Su estilo combina austeridad —con un protocolo sencillo y sin grandes invitados extranjeros— con gestos potentes en favor de la igualdad de género.
Retos, expectativas y proyección
En su primer año de gobierno, Sheinbaum ha enfrentado desafíos como la reforma judicial, la inseguridad en varios estados y complejas negociaciones internacionales. Este Grito de Independencia no solo representó una conmemoración histórica, sino una declaración de intenciones: consolidar un mandato basado en la igualdad de las mujeres, la dignidad nacional y la defensa de la soberanía.
La noche concluyó con fuegos artificiales, música tradicional y un ambiente de celebración que dejó claro que este primer Grito marca el inicio de una nueva etapa en el liderazgo presidencial de México.


